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¿Sabías que hay 4 tipos de apego que se construyen en la infancia?

En función del comportamiento de la madre y el padre en relación a su hijo, el pequeño puede desarrollar uno de los siguientes tipos de apego. Cada uno, condiciona que un adulto sea más o menos sano emocionalmente y que sepa, de forma adaptativa, gestionar sus emociones:

Apego seguro: El niño se siente seguro, valorado y aceptado. Sabe que su cuidador no le va a fallar. Como resultado, observamos niños seguros de sí mismos y que tienen relaciones saludables una vez ya son adultos. 

Apego ansioso y ambivalente:  El pequeño no se siente seguro y acostumbra a desconfiar de sus cuidadores. Observa su entorno con inquietud y desconfianza. Cuando es mayor acostumbra a obtener relaciones de dependencia con otros individuos. 

Apego evitativo: Siente y asume que sus cuidadores no van a estar para ayudarle. Se siente poco valorado y querido. Esto le hace sufrir y se acostumbra a estos sentimientos. En la edad adulta se transmite en relaciones problemáticas.

Apego desorganizado: El niño tiene conductas destructivas, su estado de ánimo es cambiante. Cuando es mayor manifiesta mucha frustración e ira, no se siente querido ni valorado en las relaciones

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Yo y los demás. Yo, con los demás

En la vida cotidiana estamos continuamente interactuando con otras personas. Así creamos vínculos y lazos que nos ayudan a formar parte del grupo y de la sociedad. Actuamos y reaccionamos en relación a los otros, pero no de cualquier manera, sino según unas pautas de comportamiento que nos indican cómo actuar en las diferentes situaciones de nuestra vida. Su observación y la repetición en sociedad es lo que nos permite aprender-las e internalizarlas para que cuando se produzca una u otra situación, no estemos desprevenidos y sepamos cómo actuar de acuerdo a lo que la sociedad espera de nosotros.

Los niños y niñas con TEA tienen alterada la capacidad para comprender las reglas sociales, teniendo dificultades en entender a las personas; sus intenciones, sus estados emocionales, y su mundo mental. Esto hace que estos niños tengan una peculiar manera de relacionarse.

Estilos de interacción en los niños y niñas con TEA

Reservados

Son los niños y niñas que suelen estar en soledad. Tienden a rechazar activamente la relación que los demás les proponen. Suelen evitarla y normalmente son los que tienen más dificultades en la comunicación verbal y no verbal y alteraciones en la conducta.

Pasivos

Este estilo de interacción provoca en los niños y niñas que por sí solos no inician la interacción con los demás ni la siguen, pero si se los proponen responden a ella. Suelen ser dóciles en la relación, obedecen lo que otra persona les indica con órdenes sencillas y comprensibles. No obstante, su patrón de relación también está alterado y desviado del desarrollo común, presentando dificultades para hacer amigos, para entender la forma en que las personas se relacionan unas con otras … En definitiva, dificultades para una interacción social recíproca (emisor y receptor intercambian continuamente las funciones).

Activos pero extraños

Son los niños y niñas con TEA que no sólo responden a otras interacciones que se le ofrecen sino que también inician ellos mismos interacciones con otras personas, pero estas son extrañas, raras. No son las esperadas dentro de una relación natural. Por ejemplo, inician la interacción pero sólo con temas que son de su exclusivo interés, sin importarles el interés mostrado o no por los demás. También inician la interacción sin ser conscientes de la disposición de la otra persona, por ejemplo, sin comprender que la otra persona está ocupada hablando por teléfono o hablando directamente con otra persona.

Por lo tanto, las personas con TEA no es que no se relacionen con otras personas, que no quieran saber nada de ellas o incluso que las rechacen, sino que tienen dificultades en el proceso de interacción. Tienen alterada la capacidad para procesar la información sutil, compleja, pasajera y variada que caracteriza la información. Esto es así desde el inicio de la vida: el bebé procesa, sin haber tenido que aprender, de forma consciente, patrones de información sociales dados por su madre. Se caracterizan por ser sutiles, como una mirada, un tono de voz o una postura corporal de acercamiento complejos, se dan todos a la vez, pasajeros, cambian permanentemente a cada segundo y variados, no siempre que la madre se relaciona con su bebé lo hace de forma idéntica, son variadas.

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Juego simbólico

“El niño que juega aprende a conocerse, a entender el entorno y a relacionarse con los demás mientras se divierte”

El juego simbólico consiste en representar situaciones ficticias como si estuvieran pasando de verdad, los niños se convierten en personajes y los objetos cobran vida a su imaginación. Pasan de los hechos reales a los imaginarios, creando historias y roles del mundo que les rodea. El niño debe ser capaz de imitar situaciones de la vida diaria y ponerse en el lugar de otro. En definitiva, el niño juega a «hacer como si…».

Empieza hacia los 2 años, cuando entramos en la etapa preopracional y dejamos atrás la etapa sensoriomotora. Como se explicó en la entrada del blog anterior, desde que nacemos hasta los años comprendemos el mundo a partir de nuestras interacciones motoras y sensoriales. A partir de entonces, y hasta los 6/7 años, la imaginación y el lenguaje juegan un papel importante, pensamos a partir de imágenes concretas para entender el mundo, es decir, entendemos aquello que hemos vivido y poco a poco somos capaces de generalizar lo que ya sabemos. 

Este tipo de juego ayuda a los niños a desarrollar su lenguaje y la comunicación, a comprender y asimilar el entorno que les rodea, desarrollar la empatía y ponerse en el lugar del otro, favorece la imaginación y la creatividad, consolidar sus representaciones mentales y contribuye al desarrollo emocional. 

 Etapas del juego simbólico
Juego presimbólico

Nivel I. Entre los 12 y los 17 meses

El niño tiene un juego funcional. Realiza acciones asociadas a objetos. Por ejemplo: Beber de un vaso vacío, meterse una cuchara en la boca vacía o estirarse en un cojín

Nivel II. Entre los 17 y los 19 meses

Imita situaciones de la vida  diaria con objetos. Por ejemplo: Dar de comer a un muñeco, hacer como que habla por teléfono 

Juego simbólico

Nivel I. Entre los 20 y los 22 meses

Realiza acciones simuladas en más de una persona u objeto. Combina más de un objeto en el momento del juego. Por ejemplo: Dar de comer a su madre y después a un muñeco,  meter la muñeca en la cama, poner una cuchara en un cazo o poner el muñeco en un cochecito. 

Nivel II. Entre los 22 y los 24 meses

Empieza a representar roles, cambia su propio cuerpo por otro. Sigue utilizando los objetos de manera funcional. Por ejemplo: Jugar a mamás; peinar al muñeco después ponerlo a dormir; hacer como que es papá. 

Nivel III. Entre los 24 y los 30 meses

Le da un papel más activo a los muñecos asignándoles sentimientos. Sustituye objetos por otros de forma parecida. Por ejemplo: El peluche llora porque tiene hambre o poner el peluche en un carrito de la compra como si fuera un cochecito. 

Nivel IV. Entre los 30 y los 36 meses

Introduce personajes de ficción en sus roles y disminuye el juego de acción de la vida cotidiana. Aparecen secuencias de acciones, es decir, a crear historias. Estas historias no están pensadas, son sobre la marcha. Los objetos siguen siendo reales pero pueden ser sustituidos. Empieza a haber un juego compartido con iguales. Con la mejora del lenguaje aumentan los roles en el juego. Por ejemplo: La ambulancia va a buscar al paciente, le toma la temperatura, lo ausculta y le pone una inyección; utiliza un palo para hacer de jeringuilla o una caja para hacer de ambulancia; juega a ser una princesa o un superhéroe; utilizar un lápiz como si fuera un avión. 

Nivel V. A partir de los 4 años

El juego es más complejo tanto en las historias que crean como en el juego con los iguales. No necesitan objetos, los recrean con gestos y lenguaje. Planifican el  juego e improvisan. Adoptan diferentes roles en una misma historia y los diferencian utilizando diferente lenguaje y actitud. El juego con los iguales se vuelve cooperativo. 

En la próxima publicación hablaré, más extensamente, sobre el juego de reglas y la etapa evolutiva en la que se encuentra.